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Un año sin el Nobel de literatura

Hoy se cumple el primer aniversario del Nobel de literatura Gabriel García Márquez, personaje  que dejó un importante legado a los colombianos y la cultura universal.

El Novelista colombiano fue afincado desde muy joven en la capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador.

A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de ficción, llena de desbordante fantasía. A partir de esta primera obra, su narrativa entroncó con la tradición literaria hispanoamericana, al tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas.

Comprometido con los movimientos de izquierda, Gabriel García Márquez siguió de cerca la insurrección guerrillera cubana hasta su triunfo en 1959. Amigo de Fidel Castro, participó por entonces en la fundación de Prensa Latina, la agencia de noticias de Cuba. Tras la publicación de dos nuevos libros de ficción, en 1965 fue galardonado en su país con el Premio Nacional.

Sólo dos años después, y al cabo de no pocas vicisitudes con diversos editores, García Márquez logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX, Cien años de soledad.

La obra, en la que trabajó más de veinte años, recrea a través de la saga familiar de los Buendía la peripecia histórica de Macondo, pueblo imaginario que es el trasunto de su propio pueblo natal y, al mismo tiempo, de su país y su continente.

Cuidado era lo que ponía Gabo al soñar Macondo, cuando «el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Su obra más universal revoloteaba en la imaginación de Gabriel García Márquez, hasta que en un viaje de México a Acapulco supo cómo contarla. «Como lo que me contaba mi abuela», relataría tiempo después. Gabo lo dejó todo para encerrarse en su pequeño cuarto durante algo más de un año.

 Empeñó el automóvil y vendió buena parte de los electrodomésticos de su hogar para escribir uno de los libros fundamentales de la literatura en castellano.

Cien años de soledad es un viaje en el tiempo, un regreso a la infancia del escritor que creció con sus abuelos Nicolás y Mina. La aldea de Macondo, «donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto», se dibuja también en la imaginación colectiva como la edad más temprana de nuestra vida. No en vano Joaquín Sabina cantó que «al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver». Macondo somos nosotros mismos en un principio, en el preciso instante en que la madera no tallada se erige en el tronco del árbol, en el momento justo en que la nieve del invierno aún no ha comenzado a derretirse.

 

(Fragmento, en Retratos y autorretratos, de Sara Facio y Alicia D’Amico).

Gabriel García Márquez

“Yo, señor, me llamo Gabriel García Márquez. Lo siento: a mí tampoco me gusta ese nombre, porque es una sarta de lugares comunes que nunca he logrado identificar conmigo. Nací en Aracataca, Colombia. Mi signo es Piscis y mi mujer es Mercedes. Esas son las dos cosas más importantes que me han ocurrido en la vida, porque gracias a ellas, al menos hasta ahora, he logrado sobrevivir escribiendo.

Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la de prestidigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura. Ambas actividades, en todo caso, conducen a lo único que me ha interesado desde niño: que mis amigos me quieran más.

En mi caso el ser escritor es un mérito descomunal porque soy muy bruto para escribir. He tenido que someterme a una disciplina atroz para terminar media página en ocho horas de trabajo. Peleo a trompadas con cada palabra, y casi siempre es ella la que sale ganando. […] ”.

 

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