¿Para qué leer?: Una de las primeras entrevistas que Jorge Luis Borges concedió en Colombia
Por: Álvaro Castaño. www.hjck.com
En esta entrevista de 1963, una de las primeras que Borges concedió en Colombia, el escritor argentino olvida uno de sus poemas mientras lo recita. Álvaro Castaño, emocionado, intenta secundarlo, pero como un hechizo, nadie logra recordar «Soneto a Buenos Aires».
Borges, envuelto en la penumbra de su ceguera, no puede leer los versos escritos en el libro que acaban de ponerle en sus manos. Castaño le propone que recite Soneto a Buenos Aires, piensa que el argentino se lo sabe de memoria. Casi nadie habla, al principio por la sorpresa de tener a Borges en la emisora y después porque en el aire flota una sensación de pena por el nerviosismo del escritor argentino. “No se preocupe”, se anima a decirle Castaño.
Borges voltea su rostro hacia la voz y comienza a recitar el poema: “Y la ciudad, ahora, es como un plano / De mis humillaciones y fracasos; / Desde esa puerta he visto los ocasos / Y ante ese mármol he aguardado en vano”. El desasosiego que había en el estudio desaparece. Castaño sigue cauteloso la intervención para recordarle cualquier palabra, cualquier frase olvidada. Entonces pasa: Borges se calla de repente, aprieta el bastón con ambas manos y le da un golpecito a la mesa: olvidó la parte que seguía.
Castaño busca los ojos de Borges, pero solo encuentra una cabeza gacha, hace un esfuerzo inútil por acudir a su memoria y recordar el pasaje que sigue, pero él también lo ha olvidado. Sale corriendo de la cabina y llama a una de sus amigas adicta a la obra del argentino, una amiga que, como él, se jactaba de saber de memoria los poemas de Borges. Ella también lo ha olvidado. Parece un hechizo, piensa Castaño, y cuando cuelga el teléfono ve a Borges salir del estudio, bajar por las escaleras y desaparecer de la mano de su asistente. La grabación sigue rodando: se escuchan pasos alejándose, como caminando a un abismo y luego el silencio.
Solo bastó que Jorge Luis Borges dejara la emisora para que Castaño recordara: “Aquí la tarde cenicienta espera / El fruto que le debe la mañana; /Aquí mi sombra en la no menos vana/ Sombra final se perderá, ligera”. Ese momento quedó grabado en el casete número 24. Uno de los tesoros mejor guardados por Álvaro Castaño.