Noticias

Jueves Santo

Sentido Teológico                                 Sentido Litúrgico
Pbro. Alberto Echeverry                         Pbro. Uriel Cristancho

Sentido Bíblico                               Sentido Pastoral
Pbro. Jairo Cárdenas Vega                 Pbro. Ruber Carrero

La Eucaristía del jueves inaugura el misterio de la Pascua. El Jueves Santo es el último día de la cuaresma. Esta celebración renueva, hace de nuevo presente para nosotros hoy el acontecimiento de la última cena de Jesús con sus discípulos y lo que Él hizo y dijo. La Eucaristía del Jueves Santo es una celebración alegre, una verdadera fiesta del amor y de la vida, como lo fue la última cena, a pesar de que Jesús ya sabía que había llegado su hora, la hora de su sacrificio, la hora de su entrega al Padre por nuestra salvación.

Este día celebra tres momentos especiales:

La Institución de la Eucaristía, que nutre y fortalece a la Iglesia y a cada cristiano, alimentando su vida espiritual.

La institución del sacerdocio, que continúa la obra redentora de Jesús en el transcurso de los tiempos, especialmente por la celebración de los sacramentos y por la predicación de la buena noticia del evangelio.

El Mandamiento del Amor,que es la señal característica de quienes deseamos seguir a Jesús.

En este día actualizamos aquella cena pascual celebrada por el pueblo de Israel; no será ya el memorial de la salida de la esclavitud de Egipto, sino el memorial de Cristo que con su sangre derramada y su resurrección realiza el paso definitivo de la muerte a la vida, asociando a los suyos para que continúen su obra de amor en el mundo, amando y sirviendo como él lo ha hecho con ellos para quedarse para siempre entre nosotros en el sacramento de la Eucaristía. Lo que iba a hacer históricamente en la cruz, lo hizo ritualmente en la cena de despedida. El cordero inmolado es el crucificado, es el resucitado.

Terminada la celebración las especies consagradas son llevadas en procesión a un altar debidamente preparado para la adoración de los fieles. Jesús quiere nuestra compañía aunque no la necesita, pues la presencia es amor.